Llueve de una forma anómala.
No hace viento.
La lluvia es vertical.
De una verticalidad impecable.
Los coches despellejan
el agua sobre el asfalto.
Mansamente.
El agua que lame bordillos
y se cuela por las arquetas.
La gente camina en silencio.
Solo hay silencio.
Y lluvia.
Y oscuras gomas
ocupadas en evacuar
la piel fluvial del asfalto.
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