Como niños que juegan
a los ciclomotores.
Igual que pequeños de azul marino
que taladran el aire,
estrechando
los manillares de la brisa.
Críos que no saben a ciencia cierta
si son o no ciclomotores.
Ignoran aún
el alcance de su delirio.
Ayer en el aula
rascaban la tabla del ocho
sobre la formica del aburrimiento,
y para almorzar comían lechuga
a regañadientes.
El tiempo juega su favor.
El tiempo.
Esa palabra que acecha niños
por la plaza, entre palomas.
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