Yo, señor,
ahora que las ortigas
me circundan,
de noche labro
arpones; de noche,
cuando el frío me muerde,
en reposo adelgazo.
¿Acaso no merezco
respirar con alivio?
Yo, señor,
querría tener pies de nácar;
querría ser un faquir.
Un junco.
Una yegua.
O un ave y migrar.
Pero
de noche
me invade la agitación.
De noche,
cuando el frío me muerde,
lavo bulbos
en el agua usada
del recuerdo.
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