viernes, 18 de noviembre de 2016

CHARING CROSS

   





     El pequeño viste parka Montgomery café con leche, con botones de colmillo. Sigue, lo mejor que puede, el paso desbocado de su madre. Camina sin cadencia, trota a veces, como enfundado en un disfraz de hojalata. Su mamá tira de él, lo remolca. Su mamá también draga la acera con una Samsonite del 89. Él hace lo propio con una maletita de cuadro escocés . El pequeño piensa: "No soy de goma". No iba en serio lo de "mami, mira, soy de goma", cada vez que hacía el pino sobre la moqueta del salón. ¡Qué bien lo pasaba! Pero esto no es la moqueta del salón, ni es una soleada mañana de sábado. Si el pequeño James pudiese apoyar su oreja en el pecho de su madre, como hace a la hora de dormir, oiría tambores Sioux, Sioux montando potros salvajes, rompiendo la tierra de Dakota. "¿Dónde está Dakota, mami?". "En un país muy, muy lejos".

     Londres, en noviembre, se cubre de nubes color gato shorthair. Los días encapotados como el de hoy, a las tres se hace de noche.  Desde Millman Street a Charing Cross hay milla y media. Una distancia interminable si la tienes que cubrir a pie bajo la lluvia. ¿Dónde están los minicabs cuando de verdad necesitas uno? La prematura noche empapa las esperanzas de toda una ciudad. La lluvia de noviembre jarreando del cielo negro resbala por el flequillo, y luego por el rostro del pequeño James, la misma lluvia que se podría confundir con sus lágrimas. Sí, podría llorar y nadie lo notaría. Podría llorar como llora en su habitación cada vez que los gritos se ahogan en el papel estampado.

    Si fuera capaz de oír el pensamiento de su madre, el pequeño James oiría: "Russell, bastardo! That was the last straw!".  Querría ser capaz, querría poder colarse bajo el cabello de su madre, bajo su oscuro cabello de la Campania, saber qué se cuece ahí. Hacer lo mismo que ella hace con él. La mamá del pequeño James lee lo que el niño piensa con precisión de orfebre. "Deja que adivine: estás hambriento". "¿Cómo lo sabes, mami?" ."Deja que adivine. Estás sediento". "No. Has fallado". "No es verdad; yo nunca fallo". El pequeño se queda mudo con los ojos de par en par. "Tienes razón, te mentí. ¿Cómo es que siempre aciertas, mami?"

     La cabeza de Katty trabaja como un proyector Chad Valley. Va hacia delante y hacia atrás. Hacia atrás, "Russell, Bastardo, That was defenitely the last straw". Hacia delante: Embankment , luego South Kensington , y de ahí, media hora en tren hasta el pisito de la abuela en West Hounslow, una de esas viviendas sociales que el gobierno prácticamente regaló a sus moradores. De la noche a la mañana dejaron su condición de inquilinos. Se convirtieron en propietarios, owners de pleno derecho. Eran tiempos difíciles pero ya no había que alquilar un Mercedes SLK para viajar en agosto a Caserta. Presumir de lo bien que les iba en la City y regresar a primeros de septiembre al hacinamiento, a la privación y los turnos. "Si eres de sangre italiana es excusado que te arrimes a un british. Esa combinación no fragua. Si eres italiana, hija mía, Caterina de mis entretelas, búscate un novio italiano, todo lo más, español. La cosa con los british nunca cuaja, créeme. Llega un momento en que las diferencias se hacen insalvables."  En Londres, tarde o temprano siempre hay una gota, normalmente de lluvia, que colma el vaso. "No sabes cuánto te odio, Russell. Maldigo el día que entraste en mi vida!". "La diferencia entre tú y yo, Katty, my darling, es que yo no espero que nadie me haga feliz."



sábado, 12 de noviembre de 2016

JUVENTUD, DIVINO TESORO


        Opinaba el genial Gila que la modernidad había traído muchos adelantos, pero también no pocos atrasos, como la falta de comunicación entre padres e hijos. En su época la cosa era diferente. "Cuando yo, por ejemplo, llegaba tarde a casa, mi padre se sentaba conmigo y me decía: "la próxima vez que llegues tarde te doy una patada en la cabeza que te reviento." Y yo lo entendía. Había comunicación". Otro grande, pero que muy grande, mi nunca suficientemente venerado Louis CK, con respecto a la juventud y su inclinación al berrinche, afirma: " Lo que trato de decir es que deberías hacer tu trabajo. Porque es "tu" trabajo. Porque eres la persona encargada de hacerlo. Así que, hazlo. Hazlo de puta madre. Me pone del hígado cuando alguien tiene un trabajo que no le gusta y, como no le gusta, en vez de hacerlo de puta madre, lo hace de puta pena. Si haces una chapuza, ¿no es, en realidad, peor para ti? Yo viajo mucho. Así que necesito ayuda todo el tiempo. Cuando alquilo un coche siempre quiero otro. Voy al mostrador: "¿Me podéis dar otro coche?". El que me atiende suspira, resopla, pone los ojos en blanco:"¿Por qué?" "Porque soy un capullo, Dámelo de una vez, hostia." "¿Que tiene de malo el que le entregamos?" . "Que estoy como una cabra. Eso es lo que tiene de malo. Llevas un chaleco a juego con el edificio. Simplemente haz lo que se supone que se hace en este local.  ¿A qué viene esa actitud? ¿Sabes a qué viene? A que tienes veinte años. A eso viene. Viene a que eres un gilipollas de veinte años y no tienes ni idea de cómo funciona el mundo. Y es que crees que te mereces algo mejor. Crees que eres una persona demasiado interesante como para tener un trabajo de mierda. Cada veinteañero que me encuentro detrás de un mostrador tiene esa pinta: "Ah, este trabajo es una mierda". Exacto. Precisamente por eso te lo hemos dado a ti. Porque tienes veinte años. Lo cual es una garantía, desde un punto de vista matemático, de que no tienes ni una sola destreza, ni una sola habilidad, ni nada que ofrecer a absolutamente nadie en el mundo entero. Tienes veinte años. Durante dos décadas lo único que has hecho es gorronear. Educación. Afecto. Comida. Ipads. Venga gorronear. Y venga juzgarlo todo; "Um, sí, está bastante bien, mola" o "no, no mola", Venga seleccionar cosas  y absorber recursos de los que, ni de coña, te has hecho merecedor. Durante dos décadas! Cinco legislaturas, ese es el tiempo durante el que has sido, única y exclusivamente, un lastre. Eres como una naranja que se está pudriendo en el árbol . El árbol te da codazos para que te caigas de una vez y tú: "No me quiero ir. Me quiero quedar". Si tienes veinte años te garantizo que jamás has hecho nada por nadie. Jamás. Sí, fuiste de excursión a Guatemala y te dijeron que habías ayudado, pero te aseguro que no ayudaste en absoluto. Te dieron un pico, vale. Te hiciste una foto y la subiste a Facebook. Eso es todo lo que has hecho en veinte años".


En lo referente a los jóvenes deberíamos hacer un ejercicio de humildad; los jóvenes actuales viven sometidos a demasiada presión. El futuro que les aguarda es mucho más incierto que el nuestro. Más incierto y, seguramente, peor. Lo que nuestros jóvenes son hoy obedece también, en gran medida, a los trabajos en barro que nuestra generación ha hecho en sus tiernas cabezas. Tenemos nuestra porción de culpa, claro que sí, tanto por el mundo que les prometimos como por el mundo que les dejamos. Eso en la teoría, desde la distancia del geómetra, desde la altura del pedagogo. En la práctica, en el cuerpo a cuerpo, cuando dos genios como Gila y Louis CK pontifican como aquí hemos recogido, a uno sólo le queda apretar bien los labios, bajar la mirada y decir: Amén.






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