sábado, 12 de febrero de 2022

ANESTESIA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


 

Pulso click la luz en mi regazo no pasarás miedo click pulso la luz para que te arropen click los cirujanos click los cirujanos enhebran click aman el frío pulso la click luz en mi regazo no pasarás miedo los cirujanos click son emanaciones click criaturas de sótano seres click movedizos la luz se astilla la luz click llega astillada la medusa de luz amarillenta click durante el día mientras los amuletos duermen en el quirófano un pájaro aletea desesperado click  tu voz se astilla tu voz click como una medusa de luz click tu voz bordea el llanto

 

 

 

abrirás los ojos abarcarás la estancia en su comba tu extrema debilidad hallará refugio.

AUNQUE ESTOY DÉBIL (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


(I)

 

Aunque estoy débil,

mi cabeza discierne.

Aunque postrada me veo, bien veo

que nadie viene a saber de mí.

Nadie.

Como no sea por premura

o para reverdecer vuestra ausencia.

Nadie aparece a restañar

esta llaga

que cada poco revive.

Este daño que se oculta

al ojo atento del hombre

y que es la entrada a una tierra

de martillo,

áspid

y mediodía.

 


Esta llaga que nunca 

se extingue del todo,

y que se prodiga en mi alma,

que me lima sin énfasis.

Sin entusiasmo esquilma

la despensa de mi cuerpo.


Esta llaga que

galopa en mi pulmón,

y me amputa el aire. 

 

Como estoy débil,

a veces 

me asedia el hastío. 

 

A veces.

 

A veces de inquietud me avituallo

y sonámbula escamoteo 

los versos más dulces.


(II)

 

A qué vendría, a estas alturas,

fingir, decir que he sido libre

o que ha triunfado la voluntad. 

 

De qué valdría ahora

enfilar un camino

sin maleza

donde no yacen 

las neveras mutiladas

ni el plástico inservible 

de los mataderos. 

 

Basta. 

 

Mis nudillos golpean

la ceniza de este dolor que se filtra

por los desagües.


  Basta, digo.


  Aquí me tenéis.

Haced de mí

cuanto estiméis conveniente.

Pero antes reparad

en los navíos

que zarpan de mi pecho.


Algún día,

si el viento es propicio,

amanecerán

frente a las costas de Ítaca.

EL DILUVIO (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Acudieron los que conocen

el diluvio,

los que leen su dictamen

y desentrañan su enigma.

 

Hablaban la lengua

de la certidumbre.


Pisaban con el ímpetu

de los monarcas.

 

Entre todos acordaron la purga.

 

Uno quiso ver qué había debajo.

 

Otro pautó dominar los días.


El siguiente,

con voz nublada, añadió:

tan solo veo agallas.


 

Por su parte no hubo más deferencia

que su minuta

extendida con desprecio.


Ni una mención a la botavara

en la que mi pelo seguía enredado.

 



Ni un solo apunte

sobre los anfibios

que, sin prisa,

desocupaban mi boca.


LLUEVE (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Llueve de una forma anómala.

No hace viento.

La lluvia es vertical.

De una verticalidad impecable.

Los coches despellejan

el agua sobre el asfalto. 

 

Mansamente. 

 

El agua que lame bordillos

y se cuela por las arquetas.

La gente camina en silencio. 

 

Solo hay silencio.

 

Y lluvia.

 

Y oscuras gomas

ocupadas en evacuar

la piel fluvial del asfalto.


DECIDME (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Cuánta liturgia cabe en el fracaso. 

Cuánta belleza en la derrota.

Cuánta poesía en el dolor.

COMO NIÑOS QUE JUEGAN (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Como niños que juegan

a los ciclomotores.

Igual que pequeños de azul marino

que taladran el aire,

estrechando

los manillares de la brisa.

Críos que no saben a ciencia cierta

si son o no ciclomotores.

Ignoran aún

el alcance de su delirio.



Ayer en el aula

rascaban la tabla del ocho

sobre la formica del aburrimiento,

y para almorzar comían lechuga 

a regañadientes.

 

El tiempo juega su favor.

 

El tiempo.


  Esa palabra que acecha niños

por la plaza, entre palomas.

Y YO, QUE DE MEMORIA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


 

Y yo, que de memoria te dibujo,

pelando mandarinas

empleo mis tardes,

con las manos enfundadas

en anhelo y escarcha.

LOS GUARDAMETAS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Los guardametas estaban locos,

decían.

Como cencerros.

Fruto seguramente de la soledad

reinante

bajo los tres palos.

 

En cambio él se mostraba 

más taciturno que fuera de quicio.

 

Su menudez confundía

a los arietes contrarios

quienes, a la mínima,

le descerrajaban tiros

con el empeine.

 

Una y otra vez, el esférico

moría en sus manos entumecidas,

enormes,

hartas 

de asentar ladrillo.

MI PADRE EDIFICABA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Mi padre edificaba

en lo peor del invierno

y tosía fuerte. 

Yo, por ventura, me parezco a él,

aunque no edifico, 

y me noto muy débil. 

Ni fuerzas para toser tengo.

EL ALMA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


         Yo, señor, 

          ahora que las ortigas 

          me circundan,

          de noche labro

          arpones; de noche,

          cuando el frío me muerde, 

          en reposo adelgazo.


          ¿Acaso no merezco 

           respirar con alivio?


          Yo, señor,

          querría tener pies de nácar; 

          querría ser un faquir.

          Un junco.

          Una yegua.

          O un ave y migrar.          


          Pero 

          de noche

          me invade la agitación.


          De noche,

          cuando el frío me muerde,

          lavo bulbos

          en el agua usada 

          del recuerdo.

MALOS SUEÑOS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Como conocía el palangre,

y mis dedos se empapaban,

me embarqué a la robaliza.

 

Mi aposento

olía a fécula.

 

De día lanzaba bazofia

a los ojos de la espuma.

 

El agua herida se despedía nerviosa.

 

A todas horas

merodeaba la adversidad.

 

Pronto ganarían

tierra los marinos,

la quilla rampante

y la fatiga pesando.

 

Pero mientras, en mis ojos

se enroscaba el viento norte.


Y mi fiebre,

mi fiebre de siglos,

oscilaba según la captura.

DIGNO DE TI (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Digno de ti;

dejar que mi amor se apolille. 

 

Tan vil e inmisericorde… 

 

Yo pesaba lo que una tenue sombra

en la morfología de tus brazos.


Yo araba con mi dolor

la soledad de las noches.

 

Para vadear el miedo

adquirí el hábito

de ajustar bombillas,

por dentro pobladas de niebla.

AQUÍ LAS GAVIOTAS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Aquí las gaviotas chillan. 

Las gaviotas siempre.

Siempre aquí.

Dan miedo las gaviotas.

Aquí siempre ruge el viento.

Aquí muge el vientre del mar. 

Siempre.

Siempre las olas estallan. 

Su espuma blanca silba

el fervor de las gaseosas.

La espuma blanca, un poco azul,

un poco, 

solo un poco azul, no chilla. 

Las gaviotas sí. 

Y dan miedo. 

Las gaviotas desgarran. 

Chillan. 

Comen despojos. 

Las gaviotas no silban

el fervor de las gaseosas.

Es la espuma de las olas. 

Estallando contra la roca.

Pero la roca no estalla, no.

Su vientre no muge.

La roca es áspera y no estalla.

La roca soporta.

Los chillidos de las gaviotas.

El estallido de las olas. 

Resiste porque es dura.

Y áspera.

La roca aguanta 

porque está hecha de soledad.

EN EL COBERTIZO (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


En el cobertizo dormían 

tus útiles el fósil sueño 

de los buzos. 


Corrían las vísperas 

de nuestro caos definitivo.

Así como mi amor tenía 

bocas de incendio,

también el tuyo 

en melancolía reposaba. 

 

Tu amor sembrado sobre 

un haz de cuevas, 

donde el gusano del desprecio

a diario practicaba 

una nueva galería.

AQUELLOS TELEGRAMAS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Aquellos telegramas que venían 

con un gemir sordo, 

como con sonido de naufragio 

por la luz picada del pasillo. 


Aquel apurar

el vaso de la ignominia. 

La vergüenza usurpó

el sabor a pan en los días de lluvia. 

Y a qué precio. No bastaron

todas las monedas de siglos

ganadas al polvo.


Desnudó su aguja larga

la vergüenza.


Fue tal la quemadura

de la vergüenza, 

que mi entraña dio en crepitar

mimosa, 

pero implacable.

EL DÍA QUE REGRESÓ (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


El día que regresó era otro.

Un ser transmutado,

una persona caída

en la más absoluta de las apatías.

Su semblante reflejaba

la navegación remota,

el alimento lejano,

el tacto triste de las patatas.

A LOMOS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


 

A lomos de un temblor 

del tamaño del espanto 

te subiste. 

 

Quienes amagaron 

con excitar en ti la cólera

y fallaron,

quizás te imaginaban

acuchillando luminosa nieve

o desplazando 

las bóvedas del universo.

 

Otros montaron almadrabas,

persuadidos de tu retorno. 

 

La reparación no llegaría,

de todos modos,

antes que el abatimiento.



 

 

 

He ahí la factura

que pasó hurgar

en el baúl de los agravios.

SABEMOS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


 

Sabemos por cartas de navegación

que el párpado de los peces tiembla.

Sus órbitas se llenan de gas debido

a la desidia humana.

El oleaje calmo mece así

a los especímenes muertos.

TAL VEZ EBRIO (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


Tal vez ebrio

se viva mejor

y por eso al

gorila que me

abraza mientras

duermo le guste

tanto el vodka. 

El gorila que me

abraza mientras

duermo, me

abraza lleno

de paz, advertido 

de mi mansedumbre. 

Tal vez se viva

mejor ebrio 

y por eso al

gorila que me

anega de cariño

mientras duermo 

le guste tanto el

coñac. Quiero

que me traigas

un gorila y que

me abrace despierta, 

cuando despunta el

sol con venas de

hielo, tras los

eucaliptos, 

en este día

caótico de mi

muerte. Yo me

dejaré querer

por el gorila, 

dejaré que su

amor me desfigure, 

que me fustigue

las ramas,

que me aturda

su pelambre

dejaré, que me

magulle de júbilo.

Tus ojos lo verán,

no temas. Siempre

que el gorila me

abraza mientras

duermo, un apóstol

sube a rociar 

mi cuerpo con

coñac unas veces, 

con vodka otras. 

No importa qué

licor derrame

sobre mí con

tal de que, tarde

o temprano,

el gorila

enloquezca.

AYER VINIERON (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


 

  Ayer vinieron a saber de él.

Todavía me citan por ser hija suya.

OS TENGO QUE HABLAR (Las 3 Almas de Carmen Andrade)


(I)

 

Os tengo que hablar de la mirada borracha del ñu antes mucho antes de emprender la huida. Os tengo que hablar. Del buitre generoso. De los ponis degollados por saciar una abyecta sed de venganza. Y de los peces degollados en el nervio. Y de los domingos degollados. De las zapaterías con olor a resentimiento. De los camiones que arruinaban las calles... Conozco la guerra. El pavor genuino que anida en lo subterráneo. El catecismo de las liendres, las muchachas sin pelo en el coro de los enfermos. Os tengo que hablar de la dudosa hierba, de esta hierba entre inútil y asustada, de esta hierba venerable. Os tengo que hablar de la angustia y de los mártires huesos divididos. Aquello sucedió antes mucho antesde emprender la huida: la plaga de langosta, etc…


(II)

 

Ocho pasos. A ocho pasos está el cementerio. Un ángel reparte butano. En mis hombros una lluvia enamorada os intuye. Por cada latido vuestro hay un ser degollado empujando con su carroña el ciclo de la vida.

CON EL ROSTRO (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


Con el rostro empañado

cubrirás la distancia que media

entre tu sangre y mi sangre.

El grillete del mar

te arrastrará a mi morada.


En cuanto llegue el insomnio,

y estemos cerca,

me hablarás de los aromas

que en Ítaca se ciñen

a los tallos más tiernos.


Poco a poco,

me educaré en tus manías.


Alzarás el velo tras el que viven

los insectos suaves de río.


Entonces, mi pequeño Orestes,

te amaré como dicen

que solo una madre puede amar.


Como un afluente tuyo,

sin el menor vestigio

de una época anterior a ti.

TÚ (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


Tú, que ensillabas el futuro

y te aburrían mis recodos,

ahora que, en cuanto cae la tarde, 

fijas la mirada en los posos del café

y deshuesas las palabras,   

 

aparta de mí tu cáliz.  

 

Tú, que todo lo atesorabas,

que ponías en hora todos los relojes,

que albergabas níquel en tu seno

y dominabas la ciencia de los sapos,  

 

aparta de mí tu cáliz.  

 

Tú, que venías a colmar

mis designios,

pero en tu maleta acumulabas

el vigor de los necios,

 

toma y  

aparta de mí tu cáliz.




Invariablemente,

los 20 de cada mes, 

con la diligencia oportuna,

me dabas tu calderilla.

 

 

Los 20 de cada mes,

invariablemente,

me abastecías de quincalla.

YO CON LA CORTEZA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


Yo con la corteza de Ítaca

hacía un talismán

mi gabán volaba

 

yo hacía un talismán

para limpiar el odio

 

  yo curtía pieles

de rumiantes devorados

 

con mi daga

curtía pieles

sin destino

a veces

 

vomitaba sangre



al fondo de los armarios




una cicatriz color labio






me dividía el alma.

LEVO ANCLAS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

Levo anclas.

  

Pongo rumbo al bullicio.

A esa fiebre de banalidad nacida

de la inquebrantable fe

en la palabra ajena.

 

Levo anclas.

 

  Pongo rumbo al ajetreo.

A ese albergue donde

pernocta el odio

y afilan la sangre los mendigos.

La sangre triste de los acordeones.

 

Parto, así pues,

del hogar a la hora convenida.

Con mis dedos de cortar fletán.

Mis dedos que son puro aire,

puro arbitrio.






Levo anclas.

Voy en vilo.



En vagón ferroviario.



Conmigo porto mis huellas.

Conmigo, 

el cadáver de un asno

que escupió el mar

a la playa de los inviernos.


 

Levo anclas.



Llevo en los ojos

lluvia de caer lento.

Lluvia de blando caer

sobre las azoteas




 

Voy en vilo.

En vagón ferroviario.



La ciudad discurre 

por la ginebra de los cristales.

Discurre la tramoya urbana 

con su envés y su mugre.


 

Patios despeinados

donde el óxido

se acomoda.


 

Muros enfermos.

Altos muros sin encía.




Almacenes de guadañas.

La ciudad remolca su calvario.



Levo anclas.


 

Pongo rumbo al bullicio.

A esa fiebre de banalidad nacida

de la inquebrantable fe

en la palabra ajena.

DE CERCA LOS PERROS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


De cerca los perros apuntan a Ítaca.

A Orestes le fallan las piernas.

Sobre las acequias

que cruzan su frente

se extiende cálida pólvora.

TODO (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

  

Todo, todo lo callaste

a las puertas del ocaso.

 

 

En tu equipaje reconocí  

mi devoción.

En tus periplos me inmolé.

Pero no fue suficiente. 

 

 

 

Ya los aviones corrían como sables

por el cielo hacia otra reserva.


TEMPESTAD (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

                              (I) 

 

          Es lunes.


          La lluvia pica zapatos en la región

          de los truenos.


          La piel de la cobardía un rosario

          de penitentes acoge.


          Mujeres pálidas pasean

          encharcados teatros

          en Ilión.



(…………………….…)


 

          No se oye 

          el canto de la tórtola

          ni vaga distraída la alondra.




          La lluvia pica suelos 

          en la región de los zahorís.




                              (II) 

 

          Es el orden que nos ha tocado 

          en suerte contemplar:


          Por aquí tampoco se oye

          el canto de la tórtola

          ni se hace al invierno la alondra.

          Pero se adormilan

          en uniforme los capataces.


          Quien va a la caza de foráneos

no vuelve               

hasta pasado abril.


          Ítaca escribe su recogimiento

          con luz eléctrica.




          Un fulgor incipiente

          planta muda lluvia tras la retina.

          La misma lluvia que exhuma  

          esqueletos.

          La misma que bendice los prados.

          La misma que moja

          los anillos de la higuera.


       

                  (III)


          Brama el cielo.








          A cierta distancia un pomo gira.









          Detrás,

          los fotógrafos se adormilan 

          en pijama.

RESARCIDA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

No seré yo la que

hunda tu sudario

en agua de luna

la que extraiga

del lecho marino

pellejos repletos de oro

para que veas

al calor de mi lealtad

sin resquicio

no seré yo

la que se interne

en agua de luna

la que busque

lenguas de gallo

en el fondo marino

para ti

como homenaje

a cambio de esa zozobra tuya

embebida en tus mañanas.

DÓNDE ESTABAS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

Te odio y te amo.

Te añoro.

Dónde estabas cuando

se desató la tormenta,

la náusea,

la sangre aprisionada en los pétalos.


 

Dime. Qué hago. Qué debo hacer.

¿Trepo la agonía que nos separa?

¿O aguardo a que se avecine

la hecatombe?



Lo sé.

Sé que habrá pócimas infalibles.

Habrá fermentos para cegar el llanto.

Púas de mandrágora, o simplemente

la certeza irrefutable de que todos

los almanaques son especies

de hoja caduca.

INHALANDO EL SUSURRO (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


Inhalando el susurro de luz blanca

junto al arcón de los congelados,

 

mientras

Zeus,

en las alturas,

daba cuerda 

a los planetas, 

 

mi cabeza 

(intrigada por el término

          "desechable")

 

 

        acariciaba la idea

de poner 

lomos de pescado 

a desalar.


PEGADO A LA FUENTE (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

 

Pegado a la fuente,

desfilarán los gatos. 

Desfilarán los gatos,

en obediencia a su dios-crupier. 

Fíjate, Orestes,

cómo desfilan los gatos

pegado a la fuente,

qué gracia. 

Irán y vendrán

contoneando la espina,

desayunando primaveras. 

 

 

Será su forma de eludir la barbarie.


MI CUERPO (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

Mi cuerpo que suspira

por alambradas

y se borra en la lluvia cereal,

mi cuerpo que cambia

y

pondera, 

en botas de goma

camina

sobre los peces 

más analfabetos. 

  



Mi 

cuerpo...

 



Mira que abrió

ventanas...

Mira que escaló amantes

y patrulló despertadores...

Mi cuerpo que le

niega el sustento

a su camada,

se diluye

sin oficio,

sabe a plomo

y ayuna.


Mi cuerpo, que es de palo,

palpita

en la penumbra de las escobas.


TODAVÍA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

 

Todavía      vivo 

          de manera 

      confusa     sobre

  aquel     abismo

  ingenuamente abandonada 

                              a mi suerte. 

 

 

Quizá 

          me esté 

haciendo      mayor 

y lo fíe todo a unos recuerdos 

que se enmarañan 

como cables 

en el cajón

de los alimentadores viudos.

 

De cualquier

forma, Orestes sabrá que 

la higiene 

es amor. 



Velaré porque tal

      verdad se grabe

            a fuego en su  

conciencia.




Con respecto a ello,  

me 

ocuparé de lo

        sustancial. 

 

 

 

Digamos que este

será mi legado.

HABRÁ ARTEFACTOS (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

  

Habrá artefactos

sin duda superiores

a la higiene. 

Sin embargo,

el intenso olor a lejía prevalecerá. 

Con la llegada del otoño, 

si la carestía asoma el colmillo

y los víveres menguan, 

  o los gatos dan en pelearse

por las migajas, 

llevaremos a cabo

las tareas habituales. 


Yo seguiré regando las hortensias 

y alimentando a los gatos

como si nada. 

Aunque renuncie a las batas de raso

y al tónico facial.



 

Si las circunstancias nos superan

yo, mi amado Orestes, 

no dejaré que el acicalamiento

se mude a una pieza menor

en el bungalow de nuestra desdicha.

EN ÍTACA VENDERÉ (Las 3 Almas de Carmen Andrade) (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


En Ítaca venderé

bombón helado. 

Mi furgoneta brillará con chispa

de electrodo al sol de las dos.


Por el camino que salta

la loma vendrás tú 

de la mano de tu guardián.


En tu tobillo ensartarán

su estrépito las cigarras.

 

En Ítaca venderé pistachos.

Por el camino vendrás tú

paseando una ensoñación.

En cuanto a mí, 

evitaré los trayectos en taxi,

Orestes de mi vida.

Por ti evitaré los trayectos

con chófer.


Atrás quedarán las botellas vacías

rodando sobre baldosa

color desierto.

Las embarcaciones

en el puerto amarradas

a un chapoteo sedante,

la analgesia, los violines... 




En Ítaca venderé agua mineral.



Tú vendrás.

Te quitarás la gorra.

En tu pelo domarán cometas

los surfistas.

ESTA ES MI CANCIÓN (La hormigonera) (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

                              (I) 

 


Esta es mi canción agónica:

Mi padre era el timonel 

de una hormigonera de arriendo.

Mientras la hormigonera rumiaba

cemento, grava y arena,

él regateaba hierros

y pisaba escombro. 

 


Mi padre era un albañil

nocturno de alta luna. 

Dormía al raso

para que el hormigón fresco 

curase bien. 

Con una lona le daba abrigo.

Con una lona

combatía la helada y sus daños.



Mientras la hormigonera masticaba

cemento, grava y arena,

mi padre lanzaba paladas

polvorientas a su boca.



Cuando al fin estaba la mezcla,

la vertía sobre tolvas 

que aguardaban con humildad

y salían a llenar zanjas

para gallineros

o colosales muros de contención.

Luego, volvía a ensuciar

más viajes

con aquella lava zurda y gris.


                          (II)

   

Mi padre, sobre la placa,

espantaba el frío;

hacía fuego en el estómago 

de los bidones.

La tabla de encofrar ardía 

infectada de clavos.

La tabla inútil escupía centellas; 

pintaba de azafrán

el cansancio de los obreros.

 

 

Con una manguera azul,

al final de cada jornada,

mi padre lavaba la hormigonera,

la carretilla, la paleta, la llana...

Les daba aseo como a hijas suyas.

Como si la hormigonera

no tuviera otro amo, 

ni las demás

mil inviernos.



 

 

Y así, día tras día, 

semana tras semana,

año tras año.


                          (III)

  

Mi padre cenaba vacas buenas 

para matar el hambre.

Las vacas que cenaba mi padre

eran buenas. 

Pastaban la mejor hierba

y bebían agua de lluvia.

Achicaban en una bañera de derribo

encallada en el pasto,

junto a los sauces. 

En ella bebían las vacas

sus propios ojos. 

   

Mi padre no bebía agua de lluvia

sino barriles negros,

vejigas de vino malo,

para aplacar la tristeza. 

  

El día del Patrón, 

ante el queso con membrillo,

mi padre se dormía.



Y si no era al toser con fuerza

o para mirar de reojo 

el pocillo del café

permanecía en su letargo,

como en una escafandra,

inmune a la bulla

de los comensales.





Nadie sabe con qué soñaba mi padre 

acodado en el mantel,

pero me apuesto las venas a que,

en el hervor de aquellos sueños,

trabajaba impenitente,

incansable, 

mi hermana,

con sus ejes corroídos

y su voz pedregosa.

CAEN DEL RELOJ (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

 

Caen del reloj los minutos

como granos de sal

al interior de la carne.

 

Yo soy la que despoja

de escamas

la pezuña de los corazones.

Yo soy la que sabe de venenos y

utiliza paños

que chupan el ansia.

 

 

Yo soy la que caza

corazones

al vuelo

en lo más

profundo del bosque.

FALTA ELEGANCIA (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 

 

Pese al descalabro,

pese al agua epiléptica

de los grifos.

Y al pelo sin pasaporte

ni andamiaje.

 

 

Pese a todo,

hoy podría ser un día hermoso.

 

 

Por el simple hecho de

que es sábado

y apenas llueve,

hoy podría ser 

el más hermoso de los días. 

 

 

Pero falta elegancia. 

A la hora de la verdad.



A la hora punta del vendaval,

en qué han parado

los obradores y

toda la equitación aprendida.



De qué sirvieron

las tardes en los salones

de piso limpio.

 

 

De qué todas las carpas,

con ceremonias dentro.

Y aquel linaje, aquellos emblemas...

 

 

Y qué me dices del

tiempo invertido

en las terrazas

que saludan

al río Hudson.


 

  Ahora, tú,

lo de Ray Charles.

Yo, 

la circonita. 

Tú, el plano de Marrakech

bien doblado,

y yo,

qué más meto. 

Qué más puedo meter

si apenas me queda sitio.


Las postillas. 

 

Que no se me olvide 

la sangre sólida, cuajada y

ruin, 

de tanto morderme

los labios.

(06-01) (Las 3 Almas de Carmen Andrade)

 


Yo nací en ascuas 

cuando el helecho crecía fácil.

 

 

Hacían fortuna los buhoneros,

danzaban nada más caer la noche 

al amor de las bujías.

 

 

Eran hombres de pelo fuerte 

y barba envuelta en mosquitos,

hombres con la fe intacta

bajo la herrumbre del tiempo.


 

Yo nací cuando un Simca 

surcaba el cascajo de los caminos

royendo el sosiego vecinal,

y tras el horizonte,

todo un país

fumaba en silencio.


(Se fumaba en las cabinas,

en los patios de butacas,

en los quirófanos 

de faros deslumbrantes)


Yo nací 

cuando la radio sonaba

llena de granizo,

por la tablilla de los roperos.

 

Sí: 

había pedales 

para llanta y furia.

Era textil la noche.

Los años, de piedra.

 

 

Yo nací en enero,

tal día como hoy,

con la sangre mermada,

sobre las fauces

de aquel mundo.

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