Habrá artefactos
sin duda superiores
a la higiene.
Sin embargo,
el intenso olor a lejía prevalecerá.
Con la llegada del otoño,
si la carestía asoma el colmillo
y los víveres menguan,
o los gatos dan en pelearse
por las migajas,
llevaremos a cabo
las tareas habituales.
Yo seguiré regando las hortensias
y alimentando a los gatos
como si nada.
Aunque renuncie a las batas de raso
y al tónico facial.
Si las circunstancias nos superan
yo, mi amado Orestes,
no dejaré que el acicalamiento
se mude a una pieza menor
en el bungalow de nuestra desdicha.
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