martes, 19 de noviembre de 2013

Lance Armstrong: regreso al Podium






La "mano invisible" de Adam Smith es un fenómeno harto demostrado y resumiendolo mucho nos dice que el encuentro de estrategias egoístas favorece el Bien Común. Por ejemplo ¿quién duda de la utilidad del Estado, al menos, a la hora de meter en cintura a los amigos de lo ajeno? No obstante, mirado de cerca ¿qué es, en definitiva, el Estado sino el apogeo de unos saqueadores que vieron lo oportuno del asalto con reiteración? De esta manera sortearon el engorroso trámite de buscar víctimas nuevas cada vez que ejercían su oficio. Como en una especie de sortilegio se combinan fidelidad y crimen y el resultado es bueno. La historia de la humanidad esta abarrotada de casos que ejemplifican la teoría del Sr. Smith. Justo es decir que ejemplos hay también de exactamente lo contrario. En tal caso el fenómeno recibe el nombre de "Tragedia de los comunes" y resulta ser una elevación del dilema del prisionero.
   Asistimos últimamente a una escalada de precios cuidadosamente disfrazada de deflación. ¿Quién no se ha visto en el lance de abrir un envoltorio de configuración similar a otro de hace nada y se ha topado con una masa o calidad clara, clarísimamente menguante? Es lo que se conoce como inflación oculta. Las que no tiene nada de ocultas son las cotas alcanzadas por los precios energéticos. Del 2008 a esta parte ir a la campiña el fin de semana o poner los radiadores a tope se han tornado actos completamente prohibitivos. Nos salvamos del primer trance los que ya vivimos en el rural medio. A cambio sufrimos igual calvario a la hora de poner pie en la capital. No obstante seguimos manejando pesados tanques de la segunda guerra mundial para desplazar nuestros tambien pesados culos de acá para allá. Lógicamente esto no es achacable a nuestra innata estupidez, aunque acaso ella intervenga en el fenómeno de una manera u otra. Más bien el coste de reposición de todos esos bienes de capital resulta sobrecogedor. Hay pruebas fehacientes de que el Sr. Smith podría echarnos una mano de esas invisibles suyas. Caiga el velo tras el que se ocultan los avances guardados por Lance Armstrong y su corte y que le permitían salvar distancias inhumanas a velocidades inhumanas. Atajemos de un plumazo el problema energético sin caer en el de la sudoración excesiva. Y devuélvase, en definitiva, al altar que merece al héroe Armstrong cuyo descrédito ha sido ofrecido en pro del nunca suficientemente ponderado Bien Común.

2 comentarios:

  1. La mano invisible ya no lo es tanto. Tiene nombres y apellidos. El egoismo que nos llevaria a la competitividad y a la mejora de nuestro mundo, a buscado atajos, como tu querido Amstrong.

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  2. Querido jose blan. Quizá no me he sabido explicar. Lance Armstrong es bicho para mi. Sin embargo me gustaría acceder a la tecnología a la que ha prestado su cuerpo. Este es el fondo del post. Gracias por mostrar interés.

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