miércoles, 4 de diciembre de 2013

El sinfonier



     No señor. Por mucho que usted insista en que entre mi cabeza y la cómoda (que así se llamó toda la vida el sinfonier) que usted me provee media un espacio vacío no me convencerá. No me va a convencer con su espacio desnudo, el espacio que precisa un elemento que rompa, rasgue o lo que sea que usted, señor más bajito que yo, con bigote muy recortado, con su pelo pincho, su delgadez y sus hechuras de joaquín torres de todo a cien, quiera decirme que falta o sobra, o necesito o dejo de necesitar para sentirme en mi casa como en mi propia casa. Reciba un atento saludo y váyase a lo Peter Sellers por donde ha venido a lo George Clooney. Porque ya sé que usted sólo vende de lo mejorcito. Usted sólo vende calidad. Lo que usted vende vale lo que pesa en anotaciones en cuenta del Banco Central Europeo. Lo que usted ofrece no es de este mundo. Es un rearme ético, una elegancia, un saber conducirse en la vida y en los negocios, en suma, algo digno y verdadero. Algo inmejorable. Y el Servicio que yo le presto es un favor que usted me hace, señor cara titanio.

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